Los alimentos deben valorarse por su conjunto y no por la presencia aislada de algún componente que pueda ensalzarlos o demonizarlos, cayendo así en el error de tomar la parte por el todo. Sin embargo, cuando se trata de personas en situaciones que requieren una atención especial, es necesario analizar con mayor detalle y fomentar un consumo informado y responsable. El embarazo es una de esas circunstancias que exige un manejo riguroso de información de calidad. Verbigracia:
“Las proteínas van a ser cruciales para el crecimiento del bebé durante el embarazo, puesto que las necesidades proteicas cubrirán el desarrollo y crecimiento del feto además de la madre, involucrando aquí el aumento de tejidos y formación de la placenta; esto contribuye a lo importante que supone —tampoco debemos restarle importancia por ello al resto de macronutrientes— una adecuada ingesta proteica tanto cuantitativa como cualitativa. Esto quiere decir que tanto la baja calidad como su exceso o defecto repercutirán negativamente en el embarazo (afectando al peso y talla del feto una ingesta deficitaria, así como afectará al desarrollo un exceso de proteína).Teniendo esto en cuenta, se debe fomentar la ingesta de alimentos proteicos que gocen de un buen aminograma en su cantidad necesaria (8) para completar los requerimientos en aminoácidos, teniendo en cuenta los esenciales (aquellos que nuestro organismo no sintetiza por sí solo, por lo que es necesario procurar su ingesta por medio de una alimentación adecuada) con fuentes proteicas de alto valor biológico.
Respecto a esta última apreciación, encontramos fuentes de alto valor como el huevo, la carne, pescados, garbanzos y lácteos (9), y de bajo valor biológico como otras legumbres, cereales y frutos secos, aunque se pueden conseguir perfectamente ingestas…”
Guía de ejercicio físico y alimentación en el embarazo y el posparto (Valero, 2025).

(9) – No se ha citado la soja como alimento de alto valor biológico pese a ser un elemento interesante a considerar si no se está embarazada o en periodo de lactancia, por su posible riesgo de cáncer testicular o de mama para el niño por nacer. Un consumo superior a un miligramo por cada kilo de peso corporal al día sería susceptible de causar las alteraciones mencionadas, por lo que son varios los informes (AFSSA, 2005; ANSES, 2011 y ANSES, 2019) que recomiendan limitar —no necesariamente evitar— los fitoestrógenos en mujeres embarazadas (Barral et al., 2023).