Hoy quiero referirme a un estudio reciente en psicología clínica y aplicada (Romm, & Waldman, 2025) que, más que aportar una novedad, viene a confirmar una tendencia ya sospechada. Entre 2023 y 2025, se realizaron 1.452 entrevistas confidenciales a estudiantes universitarios de la Northwestern University y de la University of Michigan. En ellas se les preguntó, bajo estricta confidencialidad, si alguna vez habían fingido sostener ideas progresistas con el único propósito de obtener mayor éxito social o académico. El resultado fue contundente: un 88% reconoció haberlo hecho.
En El arte de cuidar la mente analizamos y desvelamos esas conductas y programaciones que permiten que la estupidez se propague, del mismo modo que la Nada devora Fantasía. Pasen y lean.
“El psicólogo Solomon Asch (Asch, 1951; Asch, 1956) abrió una línea de investigación mediante la que pretendía mostrar el alcance influenciable que ejerce la presión social de una mayoría sobre los individuos.
En el más conocido de sus estudios sobre la conformidad normativa 12, reunió a un grupo experimental donde supuestamente se evaluaba una prueba de calidad visual, en el que reunía pequeñas agrupaciones de siete a nueve personas en donde solo había una de ellas objeto de estudio, siendo los demás integrantes cómplices del experimentador. Se trataba de mostrar dos tarjetas, una de ellas contenía una línea recta vertical y, la otra, tres líneas rectas, de las que una de ellas era de proporciones exactas a la de la tarjeta anterior y las otras dos que la conformaban eran visiblemente diferentes.
El experimento consistía en preguntar al grupo, en una sala donde todos estaban juntos y cuyas respuestas eran escuchadas por la totalidad de participantes, cuál de las tres líneas en la segunda tarjeta se correspondía con la de la primera. Inicialmente, respondían los ganchos y después el sujeto estudiado. En las primeras rondas, contestaron todos lo obvio y apreciable, señalando en la segunda tarjeta la línea cuya longitud era idéntica a la de la primera. Pero en rondas posteriores, el grupo cómplice (preparado para ofrecer respuestas incorrectas y comprobar así su influencia en los sujetos de estudio) falló aposta, indicando otra de las líneas que no se correspondía con la de la primera tarjeta, en criterio unánime. Esto modificaba la respuesta y comportamiento del sujeto de estudio, quien en más de un tercio de las ocasiones respondía lo mismo que la mayoría, pese a poder apreciar sin dificultad que no era la respuesta correcta.
Lo curioso es que cuando este experimento era reproducido en privado, con sujetos no sometidos a la presión del grupo, escribiendo sus respuestas en un papel sin que las conozcan sus compañeros, apenas hubo fallos en dichas respuestas, satisfaciendo las hipótesis investigadas que valoraban el grado en que la presión social de un grupo puede forzar a variar el juicio. Según Asch (Pons, 2022), las presiones sociales pueden ejercer una distorsión del juicio, aunque estas se realicen sin coacción, ajustando las opiniones a las de la mayoría solamente por el mero hecho de que una colectividad apoye uno u otro aspecto (en el siguiente capítulo, podrá leer sobre el argumento ad populum, relacionado con esto).”
El arte de cuidar la mente (Valero, 2025)
Romm, F & Waldman, K (2025). Performative virtue-signaling has become a threat to higher ed. The Hill, disponible en: https://thehill.com/opinion/education/5446702-performative-virtue-signaling-has-become-a-threat-to-higher-ed/

12 – En la conformidad normativa, las personas modifican su manera de pensar en determinados aspectos porque estos gocen de la aprobación de una mayoría social o grupo en el que quieren ser aceptados. Por otro lado, está la conformidad informativa, o cuando las personas basan sus creencias y opiniones en las emitidas por otras personas que, aparentemente, perciben que poseen mayor conocimiento que ellas.