Tal día como hoy en 1492, se produjo lo que podríamos denominar la primera fiesta de Nochebuena en el Nuevo Mundo, lo que acarreó su congruente resaca y consecuencias. Todo empezó porque…:
“Allí los expedicionarios hacen amistad con el cacique local, de nombre Guacanagarí, quien probablemente vio en ellos unos aliados para derrocar a Caonabó, otro cacique de una tribu, los caribes 111, que se dedicaba a hacerle la puñeta, por lo que los recibió con festejos y el clásico intercambio de objetos 112. Después de una plática (como dicen allende) en forma de mímica, concluyen que el preciado metal venia de un lugar llamado Haití, y allí se dirigen con presteza siguiendo el rastro del oro.
Alonso Pinzón se adelantó con la «Pinta», aprovechando que era la nave más veloz, lo que causaría ciertos problemas después. Nos situamos ya en el día de Navidad, cuando los expedicionarios embarcan en sus naves después de dos días recorriendo las tierras como gambusinos y tras una fiesta que había durado toda la noche anterior. Colón y sus hombres estaban exhaustos, por lo que a media noche el almirante decide dejar a su segundo al mando e irse a dormir, gesto que a su vez copió el piloto dejando el timón a un grumete, quien se quedó al mando de la nave mientras el resto dormían. El buque, manejado por las sensibles corrientes a las que el piloto provisional no supo prestar atención, fue reconducido lentamente hacia el litoral hasta que un estruendo despertó a toda la tripulación. La nao «Santa María» había quedado encallada en un arrecife que le destrozó la quilla, por lo que tuvieron que recurrir a las chalupas para llegar a golpe de remo a la «Niña».
Después de este revés, con las arcas vacías de oro y especias, a lo que había que sumar la destrucción de la nao capitana, Colón decide que es hora de volver a casa. Para ello, había que embarcar en la «Niña», que no bastaba para transportarlos a todos junto con víveres para tan larga travesía, así que deciden establecer la primera colonia española en el lugar del naufragio. Ya en tierra firme y ayudados por los indios, vuelven a la «Santa María» para desguazarla y desembarcar aquello que pudiera servirles.
Es aquí cuando surgen dos grupos: los que volvían a casa y los que construirían una nueva. De esta manera, se erige el fuerte Natividad (también llamado fuerte Navidad, aunque en el diario de Colón se utiliza el término ‘villa de Navidad’ para referirse a esta fortaleza improvisada), primera colonia española en suelo americano. Treinta y nueve hombres se quedan a cargo del establecimiento de esa base en el nuevo territorio, su exploración y la socialización con los indios (sobre todo, con las indias). Les dejaron comida, vino, simientes para sembrar, artillería e instrucciones, entre las que figuraba no entrar en conflicto con los nativos sino colaborar con ellos. Lo que no sabía Colón es que, con su partida, se perdería esa estructura jerárquica y ello detonaría los problemas que leeremos unas líneas más adelante.
Con la salida del Sol, el viernes 4 de enero de 1493, la «Niña» leva anclas y zarpa para el Viejo Continente. Transcurridos unos días de navegación, en la línea del horizonte que separa agua y cielo divisan una silueta que pronto reconocen; se trata de la…”
(Valero, 2024)

En la fotografía, un servidor en lo que le dijeron que era una clásica choza como las que se debieron encontrar Colón y los expedicionarios. Aunque no cuidaron los detalles en la exposición del poblado y sus viviendas, no está del todo mal para hacerse una idea de la Mesoamérica precolombina en imágenes.
111 – Los caribes eran una de las etnias del Nuevo Continente con costumbres más agresivas, entre las que figuraba la antropofagia, el rapto y el sometimiento de otras tribus, amén de un largo etcétera nada amigable.
112 – Parece que las fruslerías de allende los mares atraían mucho la curiosidad de los indios, que las cambiaban por comida, piezas de joyería y algún otro objeto de trueque. Igual que pueda resultar curioso hoy el interés del nativo en aquellas cuentas de vidrio, cascabeles y demás enseres, lo mismo les pasaba a ellos con el interés de los extranjeros por el oro: «Los naturales ningún aprecio hacían de aquel metal, y les sorprendía extraordinariamente la grande afición que por él manifestaban los europeos […] Traían azagayas y algunos ovillos de algodón a resgatar, el cual trocavan aquí con algunos marineros por pedaços de vidro, de taças quebradas y por pedaços de escudillas de barro. Algunos de ellos traían algunos pedaços de oro colgado al nariz, el cual de buena gana davan por un cascavel destos de pie de gavilano y por cuentezillas de vidro, mas es tan poco que no es nada».