Groenlandia es un enclave estratégico que posee importancia comercial, pero también militar y es por ello que encontramos en nuestros días noticias sobre diferentes intenciones acerca de esta gigantesca isla. Agotadas las vías del sur por españoles y portugueses principalmente, se intentaron abrir otras por el norte, buscando los ansiados pasos del Nororeste y Noreste. Muchas vidas se perdieron en la búsqueda de tales rutas comerciales, donde el temible abrazo del hielo atrapó a un gran número de naves y tripulaciones. Entre tantas expediciones fallidas (y desaparecidas), encontramos a un hombre que ostenta el título de ser el más buscado de la historia: John Franklin. Todo empezó cuando… :
«Paralelamente, Sir John Franklin y su mujer, Lady Jane Franklin, estaban agotando sus influencias —que no eran pocas— para que aquel recibiera la capitanía de la expedición, frente a la desaprobación de los altos mandos, quizá por la edad de Franklin, que al inicio de la expedición estaba a punto de soplar 60 velas por su cumpleaños. Al final se le concedió la dirección de esa determinante y cotizada empresa consistente en hallar definitivamente el paso del Noroeste, al mando del «Erebus» y con otro fogueado marino, Francis Crozier, que comandaría de nuevo el «Terror».
El 19 de mayo de 1845 el grupo parte con rumbo noroeste hacia su primera parada: Groenlandia. Una vez allí, los cargueros «Rattler» y «Baretto Jr» dan la vuelta, no sin antes distribuir las provisiones que acarreaban entre los dos navíos que continuarían la expedición, cuya dotación se prepara para afrontar uno de los viajes más cargados de misterio de nuestros tiempos. Siguiendo los pasos de anteriores expediciones, los dos barcos se adentran en la bahía de Baffin para alcanzar el estrecho de Lancaster, con una tripulación entusiasta y preparada para hacer Historia. La hicieron, aunque de manera diametralmente opuesta a la proyectada.
Era agosto de 1845 cuando llegaron las últimas noticias sobre la expedición de Franklin por boca de dos barcos balleneros que operaban por la zona, testigos de la paulatina desaparición de la silueta de ambos navíos en el horizonte y en la Historia, muriendo en la distancia en su derrotero hacia la incertidumbre, desafiando con su proa reforzada a aquello que les lanzara la marea helada. A día de hoy no sabemos con exactitud lo que pasó, pero voy a contarle aquellos datos rigurosos de los que me he podido informar. Coja aire y prepárese para finalizar el viaje.
El tiempo transcurría mudo sin que se recibiera informe alguno sobre la suerte de la expedición, por lo que en 1848 el Almirantazgo británico inicia una serie de misiones…»
(Valero, 2024)
