El componente cultural siempre en mi equipo

Un amigo (que, probablemente, me esté leyendo) me escribe desde la Polinesia Francesa —una de las escalas de su fantástico periplo por islas del Pacífico—, a quien le aconsejé que uno de los mejores compañeros de viaje en un avión es un buen libro, esto es, aquel que además de satisfacer en el plano del recreo, lo haga también aportando conocimiento. En este caso, le he recomendado Aventuras de la Historia (Valero, 2024), a colación con la etimología que podemos encontrar en alguna de sus paradas como, por ejemplo, en Islas Cook, donde la onomástica obedece a un pedacito de historia que hará de su conocimiento un elemento fructífero bilateral. Me explico:

“El estudio de un tema no tiene por qué suponer un fin en sí mismo; a saber, el conocimiento del tema estudiado: debe suponer también un desarrollo hacia lo integral, en lo personal y cultural. Ninguno de estos viajes ha tenido como finalidad principal lo académico; no obstante, viajar a un lugar del que se posee información previa, hace del viaje un elemento más fructífero en una pluralidad de sentidos, produciéndose una especie de quiasmo donde el conocimiento le proporcionará placer, mientras que el placer podrá también obsequiarle con conocimiento.”

Aventuras de la Historia (Valero, 2025)