Hay noches en que la historia no duerme; esta es una de ellas

Todo empezó cuando, en pleno verano, un lóbrego día invernal castigó con fuerza Villa Diodati mientras la fría lluvia caía sin cesar sobre las verdes colinas helvéticas. En este contexto, a un lado de la ventana de la villa dominaban fulgentes destellos de relámpagos que precedían al retumbar de los truenos; al otro, bajo el amparo de la crepitante chimenea, cuatro poetas escribirían historias que trascenderían al tiempo. Curiosamente, fueron los dos desconocidos, la joven Mary Godwin —quien mayor trascendencia dio a su relato— y el galeno John Polidori, quienes lograron tal hito frente a plumas tan fogueadas como las de Lord Byron y Percy Shelley, creando a “El vampiro” y “Frankenstein”. Sobre este último nos centraremos, siguiendo las líneas de Aventuras de la Historia (Valero, 2024).

Puesto que el mal tiempo impedía todo tipo de actividades al aire libre, en el interior de Villa Diodati… « se sucedían las conversaciones sobre actualidad, como los logros de Luigi Galvani con la electricidad y las declaraciones de Erasmus Darwin, quien especulaba sobre la posibilidad de devolver la vida a un ser ya inerte mediante impulsos eléctricos».

Es entonces cuando… «Byron decide ganarle la batalla al aburrimiento sacudiéndose el letargo y proponiendo un reto: escribir, allí mismo y de inmediato, una historia de terror. Por este desafío, cada uno esboza lo que sería un relato posterior». Polidori sentó las bases de lo que representó el vampiro moderno: el inmortal y seductor caballero frente a la criatura deshumanizada de los mitos, un éxito del que nunca gozó al quitarse la vida con un veneno conocido como ácido prúsico, obra de un célebre polímata alemán de nombre Johan Konrad Dippel.

«Dippel había nacido tiempo atrás en el castillo de Frankenstein, lugar en el que pasó años dedicado a diversos tipos de experimentos. Algunos de ellos quedaron en rumores, ya que no se han encontrado evidencias sólidas que puedan corroborar su naturaleza ni mucho menos, por supuesto, prueba alguna de que tuvieran algún éxito, de haberse realizado. Se trataría de una supuesta experimentación con cadáveres que robaba del cementerio local, en los que practicaba lo que definieron como ”trasplantes de alma”, intentando devolver la vida a seres inertes». Jacobo, el mayor de los hermanos Grimm, en su periplo bávaro recolectando el folclore que cimentó sus obras, se interesó por tan fascinante personaje, lo que pudo también llegar a oídos de la joven Mary.

«El personaje creado por Mary, Víctor Frankenstein, puede parecernos un émulo de Dippel enriquecido con un storytelling que logra sumergirnos en el relato, donde también nos transmite esa moral científica que bebe de la obsesión del poder sobre la vida y la muerte. Así, escribe Frankenstein o el moderno Prometeo, obra inicialmente ideada durante ese retiro en villa Diodati, editada posteriormente, en 1818, con la colaboración de Percy Shelley, y que concluye en la obra final que reescribió y publicó acompañada de una extensa introducción ya con su nombre de casada: Mary Shelley9 ».

Y así, colorín colorado,

en Aventuras de la Historia

encontrarán más desarrollado

esta y otras muchas memorias

si es que les ha interesado

Alejandro Valero.

9 – La realidad —como sostengo en esta especie de facticio donde leerá diferentes narraciones similares a breves y diferentes libros— cuenta grandes historias y también se presta como soporte para otras. Byron escribió en este encierro al que se vio obligado por los elementos el poema «Oscuridad», para cuyo comienzo recoge tintes de la realidad que vivían: «Tuve un sueño, que no fue todo un sueño. El brillante Sol se extinguió». Muchas, muchas obras basan su guion o parte de él en elementos reales, por lo que le animo a no desestimar la influencia, a veces invisible pero no por ello imperceptible (no siempre conocemos el impacto que la experiencia provoca en nosotros) de la realidad. Planteada con objetividad y cognición, puede enseñarnos mucho.

Referencias:

Valero, A (2024). Aventuras de la Historia. Agoeiro.