La consciencia

No hace tanto que Agustín Bach me contactó para escribir una pequeña parte de su ópera prima, ‘Las servilletas verdes’ (Medialuna), como persona que ha jugado un rol importante en su vida —así lo afirma él— o, puede que sea más adecuado decir, en su salud —esto lo apostillo yo—. También quiso concederme el honor de ayudarle en la presentación de su libro, para que hablara de aquello sobre lo que me había tocado escribir: la consciencia; y así, ya que la presentación fue natural e improvisada (como le gusta a Agustín), les transcribo la parte donde me extendí brevemente para trasladar al público qué es esto de la consciencia y por qué se me ha elegido para abordarlo:

“Quizá deba matizar que no estoy aquí para hablar de conciencia ni concienciación, aunque la palabra tanto se le parezca, dando lugar a inexactitudes y equívocos. Por ello, en inglés encontramos la palabra awareness para referirnos a la conciencia y consciousness para la consciencia, ese “pienso, luego existo” que tan acertadamente enunciaba Descartes hace poco más de cuatro siglos y que supone el estado de conocimiento de uno mismo y del entorno, un complejo de unidades de información que tiene su sede en el cerebro.

En mi proceder, nótese que no me refiero solo al trabajo, la consciencia forma parte del modus operandi sine qua non no me dispongo a realizar ningún tipo de afirmación, a no ser que vaya acompañada de algún condicional o adverbio de duda. Pero para esto, debemos tener unos cimientos desde los que edificar nuestro razonamiento, para no confundir la realidad con la idealidad, y es aquí donde entra el concepto de qualia para referirnos a las cualidades subjetivas de las experiencias individuales, que debemos distanciar de la consciencia modulada por la razón. Es la razón, acompañada del conocimiento, lo que conforma tales cimientos, sin los cuales nos circunscribimos a realizar interpretaciones sesgadas y limitadas de la realidad.

Para trabajar nuestra capacidad de reconocer la realidad circundante y relacionarnos así con esta, al igual que con el conocimiento que de nosotros mismos (de nuestros actos, de nuestras reflexiones) podamos poseer, necesitamos una toma de consciencia que involucre al intelecto, al que daremos herramientas mediante la adquisición de conocimiento de calidad. Durante este trabajo, quizá tengamos que enfrentarnos a nosotros mismos y nuestro sistema de creencias para dar paso a una mejor versión que no solo afectará positivamente a nuestra persona, sino también a nuestro entorno.”

(Alejandro Valero).